Iguana eso te pasa por haragana

Informante/procedencia: Melisa Ortiz Gerad, Argentina.

Introducción/información previa: Melisa recuerda este cuento de su infancia. Para poder contárnoslo más fielmente a sus recuerdos recurre al libro «Leyendas argentinas» de la Editorial León Benarós.


¡Ay, qué pobrecita soy y que desvestida estoy! Para mi mal, no tengo ni un chal. Y para mi desgracia completa, no tengo ni una pañoleta. El único abrigo que tengo para el invierno es esta brazadita(1) de lana roja, hilachienta y desteñida, que me cubre. Si tiene compostura, sí, tal vez, con una costurita aquí, con una costurita allá. Pero hoy no tengo ganas. Mañana empezaré a arreglarla, sí. Mañana. Hoy quiero disfrutar del solcito que está muy lindo. Todo mientras caliente el sol. La brazadita no me hace falta, y si refresca mucho a la tarde he de meterme en una cuevita y allí encontraré reparo.
¿Dónde habré puesto mi costurero? ¡Hace tanto que no hago una labor que ya ni sé dónde está! Pero mañana he de encontrarlo. Entonces le daré unas puntaditas a mi brazadita vieja, para que no siga deshaciéndose. Sí, mañana. Hoy, no, porque el solecito está tan lindo… Da gusto tenderse a disfrutar el solecito que da. Total… hay tiempo para darle unas puntaditas a mi brazadita hilachienta.
Así hablaba sola la haragana señora. Así se prometía arreglar mañana su brazadita. Y así dejaba siempre para mañana la tarea. ¡Una mañana que no llegaba nunca! Hasta que pasó otra señora, muy diligente, cargada con su bolso lleno de papas(2) y zapallitos(3). ¡Apenas podía con el peso la buena señora! Un descansito se tomó, como para darse aliento, y vio a la haragana disfrutando del solcito, tendida en la arena. De puro comedida, la saludó así:
– Buen día, comadre. Lindo el solcito, ¿no?
– Muy lindo.
– ¿Hoy no trabaja?
– No. Tal vez mañana.
– ¿No le parece que su brazada anda necesitando unas puntaditas? Si no la cose, se la va a deshacer. Qué espera, ¿hasta mañana?
– Porque ahora estoy disfrutando el solcito, pero mañana, se lo juro, buscaré mi costurero. Y en cuantito lo encuentre, arreglaré mi brazadita. ¡Le juro que mañana lo arreglaré!
Tanto juró y juró en vano la haragana señora que Dios se enojó y dijo:
Sino quiere trabajar
porque no le da la gana
la convertiré en iguana
Y así fue, na más. Y allí anda la haragonota, tan ociosa como siempre tendida al sol durante la siesta y escondida en alguna cuevita cuando hace frío.
Han visto que doña Carapuca, así llaman a la Iguana en Santiago del Estero, tiene su cuerpo mal vestido como si llevara encima una brazada rota. No se lo hagan notar, porque podría enojarse y soltar uno de sus temibles coletazos.

1. Manta
2. Patatas
3. Calabacines

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